Corrientes peatonal cumplió un mes, entre más visitantes y algunos reclamos
Faltan cinco minutos para las siete de la tarde, la hora en la que la calle que nunca duerme se prepara para ser peatonal en una de sus mitades. De 19 a 2, todos los días, los carriles izquierdos de la avenida Corrientes se recorren sólo a pie. La restricción comienza en Callao y termina en Libertad, y en esa dirección caminan tres agentes de Tránsito desde las 18.55, cuando colocan el primero de los tantos paneles verticales que esperan en las veredas para ser usados y con los que se bloquea la circulación de autos. Una vez que la cuadra entre Callao y Rodríguez Peña quedó libre de vehículos en esos carriles, los tres avanzan para hacer lo mismo en la que va hasta Montevideo. Y así sucesivamente, hasta una cuadra antes del Obelisco.
Este miércoles se cumple un mes desde que seis cuadras de Corrientes se convirtieron en peatonales. De ellas, las tres que separan Paraná y Libertad son las más pobladas por gente de a pie. Allí abundan las selfies, las fotos a las estatuas vivientes y el público teatral sentado en el cantero central que oficia de separador, a la espera de que la obra comience. En los carriles de la derecha, en tanto, sólo pueden circular taxis y colectivos sea cual sea el horario.
Para favorecer la transformación, los carriles de la izquierda fueron nivelados con las veredas y se diferencian de estas gracias a bolardos. Así, el Gobierno porteño busca sumar espacio para caminar y, de esa manera, llevar más clientes a teatros, librerías, restaurantes, cafés y otros negocios. Un objetivo que se cumple de manera dispar, según cuentan los mismos comerciantes.
Hay algunos que ven un cambio positivo, como quienes atienden en la farmacia de Corrientes y Paraná. “Hay más ventas porque aumentó la cantidad de gente que está de paso. Se nota incluso aunque a nosotros sólo nos toque dos horas, porque cerramos a las 21”, reconoce una empleada. Otro que observa un repunte en los números es el vendedor de la zapatería ubicada en la avenida casi Rodríguez Peña. En el quiosco de al lado, en tanto, Lucas dice que al principio la clientela subió, pero luego esa cantidad se normalizó. Y se queja de cómo se inunda en esa esquina y la siguiente. “El sábado llovió y ni se podía pasar caminando”, recuerda.
Están también quienes sienten que la nueva peatonal les deja un sabor agridulce. Jorge Galarza, encargado de la pizzería La Americana (Corrientes al 1300), nota que “creció un poco la clientela pero no se llegaron a colmar las expectativas que teníamos después de haberla pasado muy mal por medio año”, admite. Se refiere a los meses de vallados, reducción de aceras y polvo en el aire. Ahora sale de nuevo afuera y apunta con el dedo la vereda en obra. “Las bocas de tormenta no daban abasto, así que tuvieron que romper otra vez”, cuenta.
Consultados por este diario, desde el Ministerio de Ambiente y Espacio Público explican que se limpiaron los sumideros y desagües porque había algunas obstrucciones. Y que hubo que romper la vereda otra vez para desbloquear las salidas que estaban más tapadas.
A pocos metros, el encargado de un café de esquina que prefiere mantener su nombre en reserva opina que “la peatonal va a funcionar si se mantiene el orden y la disciplina. Ojalá siga así”. Y describe además la decepción de algunos visitantes, que “vienen acá por la novedad de la peatonal, pensando que hay espectáculos, y al final ven que no hay”.
Gustavo Luraschi, comerciante y presidente de la Asociación Amigos de la Avenida Corrientes, cree que no es fácil medir si el aumento en la cantidad de gente lleva a un repunte en las ventas. “¿Se vende más por la peatonalización o porque se levantó el vallado de la obra? Todavía es difícil saber. Pero, de por sí, que crezca el público es bueno”, observa.
Otros comerciantes ya saben que, lejos de sumar, la peatonal les resta y mucho. “En los últimos meses de obra no venía gente porque la vereda estaba prácticamente intransitable. Además, el polvo me dejó la alfombra del local hecha un desastre”, lamenta Carolina Kuhnle, de Calzados Griff, en Corrientes al 1500. Otra empleada del local se queja de que, “como la vereda ahora quedó más angosta y a nivel, los motochorros se aprovechan y hay más robos”.
En una librería de Corrientes al 1400 reconocen que la nueva peatonal hace que circule más gente, pero eso no les parece necesariamente algo bueno. “Veo a muchos compañeros míos con miedo de que se roben los libros más cercanos a la vereda”, explica uno de los empleados. Hechos de inseguridad aparte, también ven con temor “que los vendedores ambulantes de Florida se vengan para este lado”.
Gabriel Famá, de la heladería Cadore -Corrientes al 1600-, también apunta a ese aspecto. “El impacto global es positivo, porque viene más gente, pero hay aspectos que se deberían corregir: hay queiluminar mejor, poner más policías para prevenir robos y evitar que haya vendedores ambulantes”, advierte.
Son las siete y media de la tarde. A media hora del comienzo diario de la peatonal, cinco vendedores ambulantes arrancan con su tarea. Dos instalan sus productos -anteojos de sol, carteras- sobre el pavimento. El resto ofrece su mercadería a pie, acercándose a cada potencial comprador.
Mientras tanto, el viento sopla fuerte, despiadado. El tiempo no está para paseo, pero muchos se le atreven igual. Frente al teatro San Martín, un hombre reparte volantes de una comedia en cartel y lamenta que el público haya caído en los últimos años. “No veo que la peatonal tenga tanto impacto. Hay poca plata, la gente ya no viene tanto acá y la oferta de obras es mucho mayor que la demanda -analiza-. Para sacarle el jugo, tendrían que haber hecho la peatonal en verano: ahora hace frío”.
Contenedores inteligentes, sin planes de extenderse
Una de las obras más polémicas de Corrientes Peatonal fue la incorporación de 18 contenedores de basura que sólo se abren con una tarjeta magnética. El Gobierno porteño los llama «contenedores inteligentes», denominación que fue aprovechada en las redes sociales para burlarse y oponerse a la medida.
La controversia se desató porque de esa tarjeta magnética sólo disponen vecinos y comerciantes de la avenida, lo que inhabilita el cartoneo y la búsqueda de comida, en una Ciudad con 83.000 indigentes, según cifras oficiales. Desde el Gobierno porteño argumentaron que los materiales reciclables deben ser entregados en mano a los recuperadores formales y que la medida no busca ser discriminatoria.
Ahora, a un mes de su instalación, voceros del Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño indican que los contenedores funcionan bien y que no recibieron reportes de que hayan sido vandalizados. Pero admiten que, aunque esta prueba piloto iba a sumar otros seis containers, no hay planes de que eso ocurra en el corto plazo.
Días después de la instalación de los contenedores, cooperativas de cartoneros marcharon sobre la avenida en protesta contra la medida y se cruzaron con la Policía cuando intentaron cortar el tránsito.
“Los problemas no se pueden esconder dentro de un contenedor, por más inteligente que sea. Las cifras oficiales hablan por sí solas. No necesitamos convencer a nadie de que hay que cuidar el trabajo de las cooperativas de cartoneros, así como garantizar el alimento de los que hoy no lo tienen”, sostienen desde la cooperativa de recuperadores urbanos El Álamo.