¿Y si no hay balotaje? Mauricio Macri y Cristina Kirchner apuestan a la polarización y a definir en primera vuelta
La encuesta más pesimista que conserva Alberto Fernández lo da ganador en las primarias por siete puntos. La más optimista lo ubica con una ventaja de más de diez sobre Mauricio Macri. En la Casa Rosada aseguran que la diferencia se recortó en las últimas semanas y que la tendencia empieza a mostrar que el candidato que emergió de la mano de Cristina Kirchner sufre un estancamiento y que el Presidente experimenta una tímida curva hacia arriba. El último sondeo que compartieron días atrás en la mesa chica del poder, apenas el primer mandatario regresó de Japón, le otorga 36 puntos a la fórmula Fernández-Fernández y 33 a la de Macri y Miguel Angel Pichetto.
Aunque los números siempre son parciales y están bajo un lógico manto de sospechas por el nivel de operaciones al que algunos estudiosos de la opinión pública se prestan gustosos (esta semana en el entorno de Alberto alguien recordó cuando Néstor Kirchner le dijo en 2009 a un encuestador “no te pago para que me digas que voy perdiendo”) empiezan a dibujar un gran interrogante. ¿Y si al final no hay balotaje?
Jaime Durán Barba y Marcos Peña han comenzado a registrar que “la polarización será extrema, blanco o negro” y que las PASO actuarán en la práctica no como una primaria sino como una elección general. Lo registran y se inquietan porque no es lo que imaginaban hasta poco antes del cierre de listas. Los tiempos, si eso sucediera, se adelantarían y octubre podría pasar a ser una suerte de simulacro de balotaje.
Hay premura en el oficialismo por poder instalar que este nuevo escenario es cada vez más factible. Por un simple motivo: para imponerse electoralmente, Cristina y Alberto podrían aspirar a conseguir en octubre un voto más del 45% que necesita para conquistar la presidencia sin pasar por el balotaje, donde es necesario atravesar el 50%. Otro fantasma, minimizado en las últimas semanas de paz cambiaria y por una merma imperceptible pero consecutiva en los índices inflacionarios, es que el Frente de Todos pueda superar la barrera de los 40 puntos y sacarle más de 10 a Juntos por el Cambio en la elección general, lo que también cancelaría una segunda vuelta.
En el macrismo siempre trabajaron bajo la consigna de que el balotaje los dejaría mejor posicionados porque el rechazo a la ex presidenta -aseguran- es mayor que el que padece su líder. Suponían también que en noviembre habría más chances de mostrar mejoras en el consumo y una baja más consistente de la inflación.
La estrategia necesitará algunos retoques. Antes de lo planeado, Macri empezará a hablarles a los votantes que aun siendo antikirchneristas hoy dicen que no lo votarían, decepcionados por el rumbo de la economía. Algunos se corrieron a la fuerza de Roberto Lavagna y una minoría apostaría por José Luis Espert.
“Tenemos que transmitir que el que no quiere el regreso de Cristina tiene que votarnos a nosotros de entrada porque después puede llegar a ser tarde”, cuenta uno de los arquitectos de la campaña por la reelección de Macri. La tarea recaerá en los principales candidatos (ya lo exhibió el jueves en el CCK María Eugenia Vidal al afirmar que será la elección “más importante desde que volvió la democracia”), pero también en los militantes que se reclutan por todo el país.
En el búnker del barrio de San Telmo celebran que acaban de cruzar la barrera de los 100 mil voluntarios anotados para la campaña. Los llamados “Defensores del cambio” saldrán a la calle para que el mensaje de “cambio” se difunda de boca en boca. “Les transmitimos que no hay nadie mejor que ellos mismos para mostrar la realidad. Para conocer la realidad sólo hace falta mostrarla”, dicen con tono de eslogan los jóvenes que comandan el bunker, en sintonía con los primeros spots que hacen hincapié en las obras públicas.
En el comando proselitista del kirchnerismo avalan la hipótesis de que quizá no haga falta llegar a noviembre para saber quién es el elegido, pero discursivamente harán eje en la crisis económica. Y lo realizarán sin la presencia permanente de Cristina, toda una novedad para su feligresía, pero a la vez para sus rivales. “Se esconde y no da la cara para dar la discusión pública”, dijo Peña. El jefe de Gabinete la quiere en el centro del ring. Pero ella sigue en Cuba y mantiene silencio en las redes sociales. Solo se dedicó a retuitear los spots.
Alberto intenta mostrar que él es distinto. “Soy un tipo común”, dice en el primer spot, mientras juega con su perro Dylan, acaso sin advertir que se trata de la misma frase que utilizaba Francisco de Narváez para seducir votantes no politizados en el estudio de Marcelo Tinelli.
El exjefe de Gabinete de Néstor y Cristina Kirchner está obligado a hacer un juego de equilibrio: por momentos se corre hacia el centro para tratar de capturar nuevos electores (los llamados “independientes”) y en otros necesita endurecer su discurso para retener al núcleo duro de adherentes históricos de los Kirchner y, sobre todo, para no recibir ningún reproche puertas para adentro.
En las últimas horas, por caso, Fernández avaló a Axel Kicillof en su postura de que podría implementarse algún tipo de control de capitales si llegaran al gobierno. “Lo que ha dicho Axel es lo mismo que digo yo. Tenemos un problema muy serio cuando la demanda de dólares es superior al ingreso. Cristina lo quiso resolver con el cepo y fue una solución que evitó la salida de dólares, pero evitó la entrada”, afirmó.
A Macri lo horrorizan ese tipo de declaraciones y considera que el mundo le dará la espalda a la Argentina si en diciembre se produce un cambio de modelo. “Alguien tendrá que venir a apagar la luz”, dramatizó hace un tiempo en su despacho. Dice que se basa en lo que escucha cuando sale del país y mantiene encuentros con mandatarios encumbrados o empresarios de otras regiones.
El Presidente se mueve siempre más cómodo en el exterior que transitando la coyuntura. Se siente respetado y hasta codiciado por personalidades más importantes que él. En el G-20 que se hizo la semana pasada en Osaka le volvieron a preguntar por su relación tan cercana con Trump, al que algunos quieren poco pero necesitan mucho. En aquella cumbre Macri volvió a verse con mandatarios del primer mundo que el año pasado visitaron la Argentina y hasta hizo de presentador para que Justin Trudeau y Bolsonaro, que no se conocían, se reunieran un rato a solas, un gesto que el brasileño le agradeció más tarde.
La confrontación Macri-Pichetto versus los Fernández genera recelos en Lavagna, que se lanzó como el candidato antigrieta. Cada tanto muestra su fastidio con el periodismo, al que responsabiliza de fomentar la polarización. En su entorno dicen que los periodistas colaboran para la profecía autocumplida. Lo mismo pensaba Sergio Massa en 2015 y 2017.
“¿Los vas a dejar volver? ¿Lo vas a dejar seguir?”, se preguntan en el primer spot de campaña de Lavagna, en el que camina junto a Juan Manuel Urtubey. Experiencia y futuro, resaltan sus publicistas. Los spots del economista y los del resto de los postulantes se pudieron ver por las redes. Desde hoy empezarán a salir en las radios y los canales de TV. Para muchos arranca una oportunidad. Para otros, una pesadilla.