Villa Fraga: con edificios y nuevas calles, buscan recuperar una zona conflictiva en Chacarita
La historia de Villa Fraga es un poco la de mucho de los asentamientos de la Ciudad: una lengua de tierra en medio del tejido urbano, un puñado de construcciones precarias, y una organización vecinal que transforma estas tierras abandonadas por el Estado en un barrio. Un barrio con carencias y totalmente informal: tendidos eléctricos inestables, instalaciones sanitarias precarias, calles de tierra, construcciones apiladas y apoyadas unas sobre otras.
En este caso, en lo que era un playón ferroviario. Antes de 2001 las familias se contaban con los dedos de una mano y ocupaban las casillas que habían pertenecido a obreros del ferrocarril. A partir de ese año, con la crisis económica desatada, la villa comenzó un crecimiento que no se detuvo y que fue fluctuante. Porque en 2013 llegaron a vivir 5.000 personas; hoy, según un censo oficial, son 2.764. Estas personas habitan 513 casas, agrupadas en 9 manzanas. A diferencia de las manzanas formales de la Ciudad, en Villa Fraga no siguen ningún patrón, son multiformes. Y al mismo tiempo, la situación degradó una de las zonas del barrio de Chacarita.
Como a la Rodrigo Bueno, a Villa Fraga le llegó su tiempo de transformación. En una visita al barrio, las nuevas viviendas en construcción; algunas de ellas, serán entregadas en pocas semanas. Así, el Gobierno porteño, a través del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), le da cumplimiento a una ley que se votó en la Legislatura porteña en marzo de 2017, la de «reurbanización e integración socio-urbana del barrio». Esa misma ley ordena la consolidación de la vivienda existente que quede en pie y la provisión de los servicios urbanos, es decir red de agua potable, electricidad, desagües cloacales y pluviales y gas natural.
«Uno de mis objetivos, y una esperanza que no me abandona, es que los chicos del barrio inviten a sus amigos de la escuela a jugar a sus casas, a participar de sus cumpleaños. Que a las nuevas generaciones no las discriminen y que no sientan vergüenza de vivir en donde viven», dice Flevisoni Vilca, a quien todo el mundo conoce como Luis. Es un referente barrial y antes de llegar a Fraga vivió en Avellaneda y en La Boca. Es limeño, tiene 55 y dos hijos.
El mayor conflicto que se vivió en el barrio en los últimos años tuvo que ver con la construcción de las nuevas viviendas y la continuidad de lo que se conoce como el barrio histórico: «Continúa siendo un conflicto para un grupo muy minoritario, para el resto está claro, para tener nuestra propia vivienda vamos a tener que pagar, también los servicios. El proceso de urbanización está amparado por ley y nosotros también tenemos obligaciones», sostiene Vilca.
«Es el mayor conflicto al que tienen que enfrentarse los vecinos, cómo pasar de la informalidad casi total a pagar todos los servicios, además de una vivienda, y formar parte de una organización a través de un consorcio. Y también se discute con algunas familias situaciones puntuales, como pasar de una casa de 3 o 4 ambientes a una de 2″, contó Bárbara Bonelli, de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad.
Como en el resto de las villas porteñas, la Defensoría tiene presencia, con personal con una importante territorialidad. «Otro tema de gran conflicto estuvo vinculado a la apertura de calles. El trazado afectó a muchas familias, pero hubo un buen diálogo entre la Ciudad y los representantes del barrio. Hubo una mesa de gestión participativa muy activa«, cuenta Bonelli.
Como en Rodrigo Bueno, se está realizando lo que los arquitectos llaman «esponjamiento»: en las manzanas preexistentes se derriban las viviendas que permitan generar pulmones y así aportar aire y luz al resto. En general, en los barrios el mayor problema es el apiñamiento; hay casas a las que jamás llega el sol y las paredes permanecen húmedas la mayor parte del tiempo. Y también se llevará a cabo la apertura de tres calles, Zabala, Céspedes y Palpa, que atravesarán el barrio y llegarán hasta Triunvirato. La continuación de esta avenida de doble mano se encuentra habilitada al tránsito desde febrero de 2018.
A diferencia de lo que ocurre en otras villas en las que se están llevando a cabo obras, aquí el desafío de la urbanización se nota mas palpable, porque el barrio será atravesado por calles formalesque permitirán ir de Colegiales hacia Chacarita -de norte a sur- sin la interferencia que suponía el asentamiento. Zabala, Céspedes y Palpa permitirán llegar hasta avenida Triunvirato y bordear el cementerio. Mientras que en la Rodrigo Bueno es dificil imaginar que vecinos de otros barrios transiten por el interior del barrio, cuando no queda de paso hacia ningún lado.
Con consorcios y créditos
«Las familias tendrán el acompañamiento para organizar luego los consorcios y se armaron créditos acordes a las realidades de los ingresos familiares», informó Juan Maquieyra, presidente del IVC.
La mayoría de los 33 edificios tendrán tres pisos, así se evita la colocación de ascensores; desde afuera se ve un cuarto piso, pero se trata de los departamento más grandes, que son dúplex. Hay algunos edificios de 8 pisos, en donde sí habrá ascensores y en donde se trabajará con los vecinos para lograr el mantenimiento correcto y que no se deterioren. En total son 678 departamentos, con 71 locales comerciales ubicados en planta baja.
Se trata de cuatro manzanas nuevas en la Ciudad, que además tendrán plazas que podrán usar todos los vecinos porque estarán abiertas durante el día, con patios de juegos. Y en la esquina de Triunvirato y Teodoro García, la Ciudad promoverá la construcción de una torre para viviendas de clase media, con créditos más accesibles que los del mercado.