Mientras todos miran a la Villa 31, en la 1.11.14 crecen los contagios y es la que suma más muertos
El 8 de junio se cumplen 20 años de un hito que debería haber cambiado la historia de la Villa 1.11.14, en el Bajo Flores. Ese día la Legislatura porteña aprobó la Ley 403 para su urbanización, que contemplaba el trazado de calles y veredas, la regularización de las parcelas, planes de vivienda social y mejoramiento de la calidad ambiental, entre otros beneficios. Pero la ley y las obras nunca dieron más que algunos pasos en falso. Y hoy esta villa, con un centenar de casos, es una de las dos con más contagios de coronavirus, después de la 31.
Para entender el contexto de vulnerabilidad, para comprender por qué la preocupación está instalada en el barrio del Bajo Flores y cuál es el motivo por el que los vecinos reclaman testeos de Covid-19, hay que saber que al 64% de las viviendas del barrio se accede desde un pasillo. El 97% están conectadas a la red eléctrica sin medidor. Y desde el 98% de ellas arrojan los desechos a una red cloacal con conexiones informales. Además, según datos del Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC), en cada vivienda conviven más de dos familias.
«Particularmente en la 1.11.14 hay otro dato importante: el porcentaje de inquilinos es de los mayores en villas de la Ciudad, se estima que representa más del 40% -explica el abogado Felipe Mesel, del área de Derecho a la Ciudad de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ)-. El hecho de que la cantidad de inquilinos sea alta impacta en los niveles críticos de hacinamiento. Las condiciones habitacionales de quienes alquilan en villas suelen estar agravadas».
Mesel suma otra observación: «A diferencia de otras villas que están en la centralidad urbana, la 1.11.14 ha sido históricamente olvidada por la gestión local, más allá de la presencia de Gendarmería Nacional en el perímetro. Eso explica por qué el barrio tiene los peores indicadores en materia sanitaria, tanto de dengue como de Covid-19″. Según el abogado de ACIJ, la situación en las villas en general «obedece a la falta de protocolos específicos y de políticas públicas, que atiendan de manera concreta la realidad de estos barrios populares mediante la articulación de políticas sanitarias con políticas habitacionales».
Más allá de los números, están los vecinos. Por estos días, angustiados por la llegada del invierno y el avance de los contagios de coronavirus, que en el barrio ya ocasionó la muerte de cinco personas. «La estamos pasando mal. Hay que entender que la gente sale de su casa porque tiene hambre. No hay trabajo, no entra dinero y de alguna manera hay que darle de comer a la familia», dice Silvia Cari como en un ruego. Tiene 58 años y lleva 40 en el barrio.
Silvia tiene 3 hijos, 7 nietos y 2 bisnietos. Orgullosa, cuenta que uno de estos últimos juega en Deportivo Riestra y es un «arquerazo». Incansable, ella organiza un comedor junto al Movimiento Popular La Dignidad. Además, cose barbijos y cofias junto a sus compañeros, con quienes, También organizan la limpieza de una de las manzanas y ofrecen talleres de apoyo escolar y repostería. Ella suele ir a otros barrios a dar charlas sobre violencia de género. Claro que muchas de estas actividades quedaron en suspenso por la pandemia.
Ahora la mayor preocupación de esta delegada es la comida: «En nuestro comedor tenemos capacidad para servir 140 raciones, pero estamos desbordados. Así que en vez de preparar el almuerzo de lunes a viernes, suspendimos dos días. Me pasa que viene gente de otros lados, que yo nunca ví, que está por la calle… ¿Qué se puede hacer? ¿Vamos a negarle un plato de comida?», se pregunta.
Todos los comedores y merenderos están pasando por la misma situación. Con más o menos recursos, están asistiendo a la mayor cantidad posible de vecinos. Incluso, en la emergencia, se abrieron comedores nocturnos, que antes no eran habituales.
Uno de los máximos referentes barriales es el cura Juan Isasmendi, de la iglesia Madre del Pueblo. Juan dice que es necesario tener una mirada benevolente sobre lo que está pasando en los barrios populares: «Tenemos que tener presente que pasaron casi 50 días de esta cuarentena. La gente está sin trabajo y los pocos que tenían ahorros, ya no tienen nada. La gente acá es buena, mansa y resiste, pero esto no quiere decir que no estén cansados. Todos estamos cansados, pero como comunidad estamos ante el más grande de nuestros desafíos, que es continuar trabajando en medio de la emergencia».
En la iglesia entrega 4.000 raciones diarias de comida y, con un grupo de voluntarios, asisten a los adultos mayores que necesitan medicamentos o algún tipo de ayuda. En estos momentos, Isasmendi entiende que hay que llamar la atención de las autoridades y poner el foco en tres temas: la vacunación, los testeos o hisopados, y la asistencia alimentaria: «Se viene el invierno y en el barrio tenemos mucha población vulnerable, además de los adultos mayores. Se necesitan más vacunas para llegar a todos. Lo mismo con la alimentación, porque la cuarentena se extiende y la gente tiene cada vez menos recursos. Y finalmente, los testeos. Necesitamos mantener planchada la curva y hasta ahora han aparecido un promedio de dos casos por día. Creo que estamos bien, pero si los contagios explotan, esto podría ser un desastre», advierte Isasmendi.
La acción oficial en la 1.11.14
Tanto los gobiernos de Nación como de Ciudad están trabajando en el barrio. El miércoles Fernando «Chino» Navarro, el Secretario de Relaciones Parlamentarias, Institucionales y con la Sociedad Civil de la Jefatura de Gabinete nacional, caminó la villa junto a Juan Maquieyra, presidente del IVC. Desde Nación se montaron carpas en los cinco accesos principales para generar concientización, entregar información, barbijos, guantes y alcohol en gel a los vecinos. Además se desinfectaron carritos y bolsas de compra que acercaba la gente.
Mientras tanto, la Ciudad está presente en la 1.11.14 con el mismo plan pensado para el resto de los barrios vulnerables: información y concientización, 28 centros de resguardo para adultos mayores, higiene y desinfección en calles y pasillos y refuerzo alimentario en comedores, merenderos y centros de primera infancia.