Un rincón secreto en el corazón de Buenos Aires: el lago que homenajea a Victoria Ocampo

A pasos del Planetario, en los Bosques de Palermo, sobrevive un oasis urbano casi ignorado: el Lago Victoria Ocampo, un remanso de paz con historia, naturaleza y una belleza discreta que invita a frenar el ritmo acelerado de la ciudad.

En medio del bullicio porteño, descubrí un refugio insospechado: el Lago Victoria Ocampo. Escondido entre la vegetación espesa de la Plaza Sicilia, este espejo de agua de 5.000 metros cuadrados es el más antiguo de los Bosques de Palermo y, sin embargo, uno de los menos visitados. Un lugar sereno, pintoresco y casi secreto que me hizo detenerme y respirar de otra manera.

“Vivo a diez cuadras hace años y no sabía que este lago existía. Lo encontré por casualidad mientras buscaba sombra para leer”, me confesó un vecino que descansaba en una de las bancas bajo un sauce. Su asombro refleja el de muchos: el lago se esconde a plena vista, eclipsado por el más famoso Planetario Galileo Galilei, apenas a unos metros.

Recorriendo Palermo con el ritmo distraído de quien ya cree conocerlo, llegué a Plaza Sicilia. Rodeada de árboles frondosos, esta zona verde aloja uno de los secretos mejor guardados de la ciudad: el Lago Victoria Ocampo.

Su presencia no solo ofrece una postal bucólica en medio de Buenos Aires, sino que también guarda historia y homenaje. Llamado así en honor a la influyente escritora e intelectual argentina Victoria Ocampo —fundadora de la emblemática revista Sur—, el lago nos recuerda que la cultura y la naturaleza pueden convivir en armonía.

Algunos datos clave que me llamaron la atención:

  • Antigüedad: Es el espejo de agua más antiguo de los Bosques de Palermo, lo que le da una pátina histórica que se siente al caminar por sus alrededores.

  • Superficie: Se extiende sobre 5.000 metros cuadrados, lo suficiente para albergar vida y brindar paz sin desbordar.

  • Fauna: Su ecosistema acuático está habitado por sábalos, una especie de pez de tamaño considerable para un lago artificial, similar a los que se encuentran en el recientemente renovado Lago de Regatas.

  • Infraestructura: Un puente de principios del siglo XX lo cruza, dándole un aire nostálgico, mientras que un pequeño kiosco completa la escena como punto de encuentro o pausa refrescante.

Lo que realmente me sorprendió fue su tranquilidad. A diferencia de otros lagos de Palermo —más concurridos y convertidos en postales turísticas— este rincón conserva una calma inusitada. Allí, el canto de los pájaros y el crujido leve de las hojas se imponen al ruido urbano. Leer un libro, hojear el diario o simplemente dejar pasar el tiempo bajo la sombra de un árbol se convierte en una experiencia distinta, casi meditativa.

Muchos vecinos lo han pasado por alto. Quizás porque el cartel que lo nombra es discreto, o porque el mismo paisaje frondoso que lo embellece también lo esconde. Pero eso mismo lo convierte en un tesoro: es un espacio que se descubre más por intuición que por mapas.