Parque Las Heras: de prisión a memoria viva de la ciudad

Bajo sus palmeras centenarias, donde alguna vez se alzó la imponente Penitenciaría Nacional, hoy respira un pulmón verde que honra la historia y la memoria. El Parque Las Heras, declarado sitio histórico, es mucho más que un espacio recreativo: es un testimonio del pasado y un símbolo del presente.
Allí donde hasta 1962 se levantaban los muros sombríos de la Penitenciaría Nacional, hoy florece un parque de casi 12 hectáreas que no solo invita al descanso y el juego, sino también a la reflexión. El Parque Las Heras, en el barrio porteño de Palermo, lleva el nombre de un prócer militar argentino y guarda en su interior marcas imborrables del tiempo, como las altas palmeras que alguna vez vieron pasar reclusos entre rejas, y un árbol plantado en homenaje a la joven Lola Luna Chomnalez.
«Caminar por este parque es recorrer una línea del tiempo donde la ciudad resignifica su pasado. Las palmeras no se movieron, pero el sentido del lugar cambió por completo», me dijo un vecino que pasea cada tarde con su nieto. Y no puedo dejar de coincidir: en cada rincón del Parque Las Heras, algo nos habla.
El parque lleva el nombre de Juan Gualberto Gregorio de Las Heras, figura clave en la historia militar argentina. Nacido en 1780, combatió en las Invasiones Inglesas y fue protagonista en la gesta libertadora del Ejército de los Andes. Lideró la Primera División en el cruce de la Cordillera y luchó en batallas determinantes como Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. Más tarde, se desempeñó como jefe del Estado Mayor del Ejército Expedicionario al Perú y fue gobernador de Buenos Aires entre 1824 y 1826.
Pero el parque no nació como tal. En su lugar, durante más de 80 años funcionó la Penitenciaría Nacional, un enorme edificio inaugurado en 1877, que fue demolido en 1962. A pesar de la desaparición física del penal, las altas palmeras que aún se alzan en el parque formaban parte del patio interior del penal, lo que convierte a estos árboles en mudos testigos de décadas de encierro y castigo.
Hoy, ese terreno convertido en parque es un espacio de encuentro para familias, corredores, artistas callejeros y niños que juegan en el sector con calesita incluida. La transformación del lugar no fue solo física: en 2007, la Legislatura de la Ciudad lo declaró sitio histórico, reconociendo su peso simbólico en la memoria urbana.
Entre los elementos que invitan al recuerdo, destaca un árbol plantado en honor a Lola Luna Chomnalez, la joven argentina asesinada trágicamente en Uruguay en 2014. Este gesto, sencillo pero poderoso, resignifica el uso del espacio y lo convierte en un lugar donde la memoria privada y pública se entrelazan.
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12 hectáreas de superficie aproximada.
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Sitio histórico desde 2007.
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Palmeras originales de la penitenciaría aún en pie.
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Sector infantil y calesita, testimonio de su presente vivo y comunitario.
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Árbol conmemorativo en memoria de Lola Chomnalez.
Al recorrer sus caminos, uno no puede evitar pensar en las capas de historia que se superponen. Detrás de cada banco, cada sombra, cada carcajada infantil, está la memoria de un país que, como este parque, cambia sin olvidar.
El Parque Las Heras es un lugar donde la ciudad respira y recuerda. Como periodista y como vecino, me conmueve pensar que un terreno de encierro se haya transformado en un espacio de vida. Porque a veces, la historia no necesita ser contada en museos: basta caminar por un parque para entenderla.