El legado de Aníbal Troilo y su huella en el corazón de Palermo

06Una vida dedicada al bandoneón, la música y el tango, hoy celebrada en la misma ciudad que lo vio nacer.
Aníbal Troilo, «Pichuco», el bandoneón mayor de Buenos Aires, no solo marcó la historia de la música argentina, sino que dejó una huella imborrable en la ciudad que lo vio crecer. En pleno Palermo, en las mismas calles donde el viento y el ritmo del tango se mezclan, se celebra su legado. El 11 de julio, en la fecha de su nacimiento, se conmemora el Día Nacional del Bandoneón, una fecha simbólica para recordar a uno de los más grandes músicos que dio la Argentina.
“Aníbal Troilo no solo fue un referente del tango, sino que su estilo bandoneonístico sigue siendo una escuela para los músicos de hoy. Su capacidad para expresar en cada nota la emoción misma de Buenos Aires es irrepetible”, comenta Horacio Ferrer, presidente de la Academia Nacional del Tango, quien fue uno de los principales impulsores de la ley que sancionó el Día Nacional del Bandoneón.
La música de Troilo no necesita presentación. Con composiciones como «Pa’ que bailen los muchachos», «Responso», «La última curda» y «Che bandoneón», entre otras, el compositor y bandoneonista creó un estilo propio que trascendió épocas. Su habilidad para interpretar el tango y crear melodías inolvidables, con una mezcla de tristeza y esperanza, fue la razón por la cual su nombre se convirtió en sinónimo del bandoneón.
El legado de Pichuco se refleja en más de una calle de Palermo. Uno de los lugares más emblemáticos de este barrio, hoy ocupado parcialmente por el sistema de transporte Metrobús, guarda un espacio dedicado a la venta de libros. Este rincón, que parece casi insignificante para muchos, se ha convertido en un símbolo de la cultura y el conocimiento, al mismo tiempo que sirve como punto de encuentro para los amantes del tango y la literatura. A pocos metros de allí, cada año se celebra la famosa Feria del Libro en La Rural, y ese mismo puesto de libros, en esos días, se transforma en una extensión de la feria, sumando cultura al espíritu palermitano.
Es curioso pensar cómo una ciudad tan moderna como Buenos Aires aún conserva en sus entrañas el alma de artistas como Troilo, cuyas composiciones siguen sonando en los bares y milongas del barrio. Si bien la tecnología y el avance urbano parecen arrastrar a la ciudad hacia el futuro, Palermo se resiste a olvidar el tango. Hoy, el cantero que fue parte de su historia sigue siendo un lugar donde las letras y las notas se encuentran, donde el bandoneón nunca deja de sonar.
La ley que estableció el Día Nacional del Bandoneón fue un acto de justicia hacia el hombre que supo capturar en su instrumento el alma de Buenos Aires. A través de su música, Troilo también dejó claro que la cultura no se limita a lo que se oye, sino que se encuentra en cada rincón de la ciudad. Y es que, como bien dijo Horacio Ferrer, «El bandoneón no solo es un instrumento; es el corazón de Buenos Aires».
En definitiva, la fecha del 11 de julio se ha convertido en una cita ineludible para los fanáticos del tango, pero también para todos aquellos que deseen recordar que Buenos Aires no es solo una ciudad, sino un escenario donde la historia y la música se entrelazan. Palermo, con sus calles, su gente y su historia, sigue siendo el corazón de un legado que late cada vez que suena un bandoneón.
Palermoweb sigue celebrando a los íconos que nos dan identidad y, como siempre, con la mirada puesta en el pasado para entender el presente.