Parque Bosque Alegre, el pulmón que late en Palermo

Un espacio verde cargado de vida se esconde en el corazón de Palermo, delimitado por la Costanera Rafael Obligado, Jerónimo Salguero, la Avenida Sarmiento y la Autopista Presidente Arturo Illia. Allí, el Parque Bosque Alegre se convierte en un oasis urbano donde naturaleza, historia y comunidad se entrelazan a cada paso.
Al recorrerlo hoy, me resulta imposible no pensar en la paradoja de esta ciudad: una metrópolis que corre contra el tiempo, pero que encuentra en rincones como este un refugio para respirar, escuchar pájaros y recordar que todavía quedan lugares donde la calma existe.
El Parque Bosque Alegre no es un sitio más en el mapa porteño. Su particular ubicación lo convierte en un punto estratégico para quienes buscan escapar de la vorágine de la ciudad sin salir de ella. A pocos metros del Río de la Plata y rodeado de arterias viales que lo encuadran como un tesoro escondido, este espacio verde ofrece senderos, árboles centenarios y una biodiversidad que sorprende.
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En sus hectáreas conviven especies nativas y exóticas que dibujan postales cambiantes con cada estación.
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Las cifras hablan por sí solas: más de 500 árboles conforman este pulmón natural en plena ciudad.
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Vecinos y visitantes destacan su rol como lugar de encuentro, ya sea para la práctica deportiva, la contemplación o la simple caminata.
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Según datos del Gobierno de la Ciudad, Palermo concentra el 20% de los espacios verdes de Buenos Aires, y el Bosque Alegre es uno de los más representativos por su accesibilidad.
“Es un espacio que tiene vida propia”, me dice Mariana, vecina de la zona que pasea con su perro cada tarde. “Uno puede salir del ruido de la autopista y en segundos estar escuchando grillos, mirlos o simplemente el viento entre las hojas”. Su voz se suma a la de cientos de personas que encuentran en este parque un alivio frente al cemento y el tránsito.
Como periodista y vecino, no puedo dejar de subrayar la importancia de este tipo de reservas urbanas. La ciudad crece, se transforma, se vuelve más densa, y es justamente ahí donde lugares como el Bosque Alegre cobran una relevancia crucial. No se trata solo de pasto y árboles: hablamos de salud, de bienestar emocional y de una identidad barrial que resiste al paso del tiempo.
A menudo, cuando camino bajo sus copas verdes, pienso que este parque es una metáfora de lo que necesitamos como comunidad: un espacio compartido, diverso y en equilibrio. Porque el Bosque Alegre no pertenece a un grupo, sino a todos, y en ese sentido nos recuerda que la ciudad no solo se habita, también se cuida.
El Parque Bosque Alegre en Palermo es, en definitiva, mucho más que un terreno delimitado entre calles famosas. Es un recordatorio vivo de que Buenos Aires todavía tiene rincones donde la naturaleza gana la pulseada al cemento. Y mientras exista, quienes lo transitamos día a día tenemos la responsabilidad de mantenerlo vivo, abierto y alegre.