Un rincón con historia: la plazoleta que honra a dos pioneros del progreso

En Palermo, una plazoleta poco conocida guarda el legado de dos figuras claves del siglo XIX: el militar e ingeniero polaco Jordán C. Wysocki y el educador británico William C. Morris. Entre planos, expediciones y un mensaje eterno a favor de la niñez, este espacio respira historia y valores que siguen vigentes.
No hace falta cruzar medio mundo para encontrar un pedazo de Polonia y de Inglaterra en Buenos Aires. Basta caminar por la plazoleta Cnel. Jordán C. Wysocki, un espacio escondido en pleno Palermo, para descubrir cómo dos hombres de origen europeo —un ingeniero militar y un educador filantrópico— dejaron una marca profunda en el desarrollo urbano y social de la Argentina del siglo XIX. Entre árboles, adoquines y esculturas, la historia se detiene a conversar con quienes quieran escucharla.
“Es un lugar que parece silencioso, pero habla. Habla de esfuerzo, de compromiso con el otro, de amor por esta tierra. Lo que hicieron Wysocki y Morris no fue menor: pensaron en la infraestructura, sí, pero también en las personas”, me dijo un vecino mientras tomábamos mate frente al monumento, y no podría estar más de acuerdo.
Ubicada entre la Av. Pres. Figueroa Alcorta, Int. Pinedo y Agustín Méndez, en el barrio de Palermo, la plazoleta Cnel. Jordán C. Wysocki es uno de esos espacios urbanos que suelen pasar desapercibidos, pero que guardan historias poderosas. La figura que le da nombre al lugar fue un militar e ingeniero polaco, nacido en 1839 y llegado a Buenos Aires en 1867. Su influencia en el diseño de la Ciudad fue notable, aunque no siempre reconocida.
Wysocki fue responsable de:
-
Los trabajos de ingeniería del Parque Tres de Febrero, en 1874, incluyendo delineación, planos, exclusas y portones.
-
El estudio geográfico, estratégico y económico del río Santa Cruz, en 1876.
-
La elaboración de planos en la expedición al Desierto de 1879, aportando su mirada técnica a una empresa tan controvertida como decisiva en la expansión del territorio nacional.
Su legado es técnico, sí, pero también simbólico: representa una etapa de crecimiento, planificación y modernización de la Ciudad de Buenos Aires, cuando muchos profesionales extranjeros encontraban en estas tierras un lugar donde construir futuro.
Pero no es el único homenajeado en este espacio verde. En el corazón de la plazoleta se erige un monumento a William C. Morris, otro pionero, esta vez en el campo de la educación y la acción social. Fundador de instituciones filantrópicas argentinas, su obra fue reconocida décadas más tarde por ex alumnos y miembros de la comunidad educativa.
La escultura, inaugurada el 28 de diciembre de 1964, fue realizada por el artista argentino Humberto Cerantonio. Mide tres metros de altura y muestra a Morris de pie, con un libro en una mano y un maletín en la otra, acompañado por una gran estructura con un arco apuntado y una cruz latina. Detrás, una estructura de ladrillo con relieves de niños tocando instrumentos y una frase inolvidable:
“Ríen, juegan y estudian. Los niños son los más preciosos tesoros de la patria.”
Este monumento no solo rinde homenaje a Morris, sino que refleja una filosofía profundamente humanista, centrada en la infancia como eje de construcción social. No es casual que haya sido levantado por una colecta pública promovida por la Asociación de Ex Alumnos de las Escuelas e Institutos Filantrópicos Argentinos William C. Morris, una muestra de gratitud que sigue viva en piedra y bronce.
A veces, los lugares más pequeños guardan las historias más grandes. Como cronista y como ciudadano, caminar por esta plazoleta me hizo pensar que el progreso no siempre está en los grandes monumentos, sino en las huellas que dejaron quienes soñaron una ciudad mejor para todos. Wysocki y Morris lo hicieron, y este rincón verde de Palermo lo recuerda cada día.