Mataderos se fortalece: la Plaza Onésimo Leguizamón se transforma en un polo de calistenia y bienestar comunitario

Con nuevas estructuras y un concepto renovado, la Plaza Onésimo Leguizamón fue reacondicionada por el Gobierno de la Ciudad para convertirse en un punto de encuentro para los amantes del entrenamiento físico al aire libre. La iniciativa apunta a fomentar la salud, el deporte accesible y el uso inteligente del espacio público.
Hace unos días recorrí la Plaza Onésimo Leguizamón, en la calle Fragata La Argentina, en el corazón del barrio de Mataderos. Lo que vi fue más que una remodelación: fue un cambio de paradigma. Este renovado espacio verde ahora ofrece infraestructura de primer nivel para la práctica de calistenia, una disciplina física en pleno auge que promueve la fuerza, la coordinación y la movilidad sin necesidad de aparatos complejos ni suscripciones a gimnasios. ¿La apuesta? Un deporte democrático, gratuito y al alcance de todos.
“Queríamos que esta plaza se convierta en un punto de referencia para quienes buscan entrenar sin barreras, en contacto con la naturaleza y dentro de su propio barrio”, me dijo Marcelo, uno de los funcionarios del área de Espacio Público que supervisó la obra. “La calistenia es inclusiva, se adapta a todos los niveles y no requiere más que las ganas de moverse”, agregó.
¿Qué se hizo en la Plaza Onésimo Leguizamón?
La intervención urbana fue integral, pero con foco claro: crear un entorno de entrenamiento funcional, libre y accesible para toda la comunidad. Estas son algunas de las principales mejoras:
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Se instalaron barras paralelas, estructuras para dominadas, estaciones para abdominales y otros elementos diseñados específicamente para calistenia y entrenamiento funcional.
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El piso fue reacondicionado para ofrecer seguridad antideslizante y amortiguación en áreas clave de impacto.
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Se colocó cartelería con rutinas sugeridas, para orientar tanto a principiantes como a quienes ya practican este deporte.
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Se mejoró la iluminación del sector, permitiendo que el espacio pueda utilizarse incluso en las primeras horas del día o al atardecer.
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Se sumaron bancos, cestos de residuos y se reacondicionaron los sectores verdes, favoreciendo la convivencia entre lo deportivo y lo recreativo.
En este proceso no faltaron voces del barrio. Hablé con Antonella, una vecina de la zona que comenzó a entrenar calistenia hace seis meses: “Antes tenía que ir hasta Parque Avellaneda o al centro para encontrar estructuras buenas. Esto nos cambia la vida. Ahora entreno con mi hermano al salir del trabajo, sin tener que pagar un gimnasio”.
La tendencia de promover el entrenamiento al aire libre no es nueva, pero cada vez gana más adeptos. Según datos del Ministerio de Salud porteño, más del 40% de los vecinos que hacen actividad física semanalmente eligen espacios públicos como plazas o parques. Esto se intensificó tras la pandemia, cuando el aire libre pasó a ser sinónimo de salud física y mental.
Y no se trata solo de entrenamiento. La calistenia fomenta valores como la constancia, el compañerismo y el uso responsable del espacio público. Durante mi visita, vi grupos de jóvenes ayudándose mutuamente con técnicas, padres con sus hijos haciendo ejercicio juntos, y adultos mayores probando ejercicios suaves, adaptados a su ritmo.
Una plaza que inspira
Lo que ocurrió en la Plaza Onésimo Leguizamón es mucho más que una obra pública. Es una señal de que las ciudades pueden transformarse en escenarios activos de salud, inclusión y comunidad. Ver a chicos, adultos y mayores compartir un mismo espacio con un mismo objetivo —sentirse bien— es una imagen que habla por sí sola.