Caperucita Roja en Palermo: Un ícono de la fantasía convertido en escultura
La emblemática figura de Caperucita Roja, que alguna vez habitó los relatos de los más pequeños, ahora se erige como una escultura única en la Plaza Sicilia de Palermo, uniendo fantasía y arte en el corazón de Buenos Aires.
Una niña de cuento en pleno Buenos Aires. En un rincón especial de la Plaza Sicilia, ubicada en Av. Sarmiento y Av. del Libertador, la escultura de Caperucita Roja ha encontrado su lugar, invitando a los transeúntes a detenerse y pensar en los relatos que marcaron la infancia. Creada por el escultor francés Jean Carlus, esta figura tiene una historia que va más allá de su simple representación. Instalada originalmente en la Plaza Lavalle en 1937, Caperucita vivió allí hasta 1972, cuando la escultura fue trasladada a su ubicación actual, rodeada por los árboles y el paisaje natural que evocan el famoso bosque de los cuentos. «Parece que el espíritu del cuento sigue aquí, en este mismo bosque», dice un visitante al observar la obra desde su lugar en la plaza, ahora enmarcada por los verdes de Palermo.
Una historia que viaja en el tiempo y el espacio
La escultura de Caperucita Roja fue comprada por la Municipalidad de Buenos Aires en 1937 y, desde entonces, se ha convertido en un símbolo artístico de la ciudad. De hecho, ha sido un referente del arte público, logrando conectar el mundo de la fantasía con la realidad urbana de Buenos Aires. El traslado de la escultura en 1972, de la Plaza Lavalle a la Plaza Sicilia, marcó un nuevo capítulo en su historia, pero su esencia no cambió: sigue siendo un punto de encuentro para los que pasean por Palermo.
Hechos clave sobre la escultura de Caperucita Roja:
- Fue creada por el escultor Jean Carlus, reconocido por su capacidad para transformar relatos populares en arte visual.
- La escultura fue adquirida por la Municipalidad de Buenos Aires en 1937, convirtiéndose en una pieza destacada de su colección de arte público.
- En 1972, fue trasladada de la Plaza Lavalle a la Plaza Sicilia, en una de las zonas más visitadas de Palermo, donde ahora se encuentra rodeada de vegetación y tranquilidad.
En la obra, Caperucita Roja aparece con su tradicional capa roja, caminando con una canasta en las manos, mientras un pequeño lobo la observa a lo lejos. Aunque el relato de Caperucita Roja originalmente se desarrolla en un bosque peligroso, la escultura de Carlus captura la pureza de la niña y su inocencia, una interpretación que se aleja de la violencia del cuento y presenta a la niña como un símbolo de la esperanza y la curiosidad humana. El lugar en el que se encuentra, rodeada de árboles y vegetación, parece hacer eco de ese mismo ambiente de cuento, creando una atmósfera mágica en medio de la ciudad.
Caperucita en el contexto urbano
Hoy, la escultura no solo es un homenaje a la obra literaria de Charles Perrault, sino también un elemento integral del paisaje urbano. Como parte del mobiliario artístico de la ciudad, ha logrado conectar a generaciones de porteños y turistas que, al pasar por la Plaza Sicilia, no pueden evitar detenerse y maravillarse con la figura de la niña de la capa roja. Cada día, cientos de personas se acercan a admirarla, fotografiarla y recordar las historias que les fueron contadas de pequeños.
En el ámbito de las esculturas públicas de Buenos Aires, la figura de Caperucita Roja se destaca no solo por su valor artístico, sino también por el significado que ha adquirido a lo largo de los años. Mientras otras esculturas representan momentos históricos o figuras de relevancia política, esta obra refleja un pedazo de la cultura popular que sigue vigente en el imaginario colectivo. Los relatos de la infancia, como los de Caperucita Roja, siguen siendo una parte fundamental de la identidad cultural de muchas personas.
Un legado que persiste
A lo largo de los años, la escultura de Caperucita Roja ha soportado los cambios de la ciudad, el paso del tiempo y las diversas transformaciones del espacio público. Sin embargo, sigue siendo un recordatorio de la importancia del arte en el espacio público, un testimonio de la historia de Buenos Aires que permanece viva gracias a la interacción constante de la gente con la obra. La escultura no solo es una pieza artística, sino también un espacio de encuentro y reflexión, en donde la realidad y la fantasía se encuentran.
A través de sus casi 90 años de historia, Caperucita Roja sigue siendo un faro de nostalgia, un punto de referencia para quienes disfrutan del arte y la cultura, y una manifestación más de cómo las grandes historias literarias pueden perdurar a través de generaciones. Al igual que la niña del cuento, la escultura sigue su camino por las plazas de la ciudad, eterna e inmortal en su sencillez, invitando a los transeúntes a descubrir un poco más de la magia que se esconde en cada esquina de Buenos Aires.
Y así, cada vez que uno se acerca a la Plaza Sicilia y ve esa figura en medio del paisaje urbano, es imposible no pensar que, quizás, algo de la magia del bosque y del cuento de Caperucita Roja sigue vivo en el aire.