Bosque Alegre: el pulmón escondido de Palermo que invita a redescubrir la Costanera

Entre autopistas, avenidas y el Río de la Plata, un rincón verde resiste al ritmo acelerado de la Ciudad. El Parque Bosque Alegre, poco conocido incluso por los propios porteños, guarda naturaleza, historia y oportunidades para disfrutar al aire libre en pleno corazón de Palermo.
En Buenos Aires todavía quedan espacios que parecen salidos de otro tiempo. El Parque Bosque Alegre, ubicado estratégicamente entre la Av. Costanera Rafael Obligado, Jerónimo Salguero, Av. Sarmiento y la Autopista Illia, es uno de ellos. Como cronista de esta ciudad y vecino curioso, lo recorrí con la sensación de estar entrando a un lugar que pide a gritos ser redescubierto.
“Vengo a caminar acá porque es uno de los pocos lugares donde todavía se escucha a los pájaros y no al tránsito”, me dijo Clara, una jubilada que vive en Palermo Chico y cruza el puente peatonal para llegar casi todos los días. Y tiene razón: rodeado por avenidas imponentes y la autopista, este parque es un oasis inesperado.
A diferencia de otros espacios verdes de Palermo, como el Rosedal o el Parque Tres de Febrero, el Bosque Alegre no goza de la misma fama ni aparece en los folletos turísticos. Sin embargo, su ubicación y su tranquilidad lo vuelven único: se extiende sobre una zona delimitada por arterias clave de la ciudad, a metros del Aeroparque Jorge Newbery y con el Río de la Plata como vecino directo.
Lo curioso es que muchos vecinos de Palermo —me incluyo— lo han bordeado durante años sin saber que se llama así. Su nombre oficial, Parque Bosque Alegre, remite al espíritu con el que fue pensado: un pulmón verde para la recreación, el descanso y el contacto con la naturaleza, en una ciudad que crece hacia arriba y hacia adentro.
Algunos datos que no hay que pasar por alto:
-
El parque abarca varias hectáreas de árboles nativos y césped, con caminos de tierra y zonas arboladas donde se puede caminar, trotar o simplemente sentarse a leer.
-
No es un parque urbanizado en exceso: no hay juegos infantiles ni grandes construcciones, lo cual le da un aire silvestre que se agradece.
-
Es uno de los puntos clave del circuito que muchos runners usan para conectar la Costanera con los Bosques de Palermo.
-
Está conectado con otros espacios verdes y recreativos, como el Parque Saint Tropez, el Club de Pescadores y el Espigón.
En mi caminata por el parque, noté lo que otros también comentan: hay poco mantenimiento estructural, pero una naturaleza viva que resiste con fuerza, sobre todo gracias a los vecinos que lo cuidan con presencia constante. Vi ciclistas, paseadores de perros, estudiantes sentados con apuntes y familias haciendo picnic en los rincones más escondidos.
Hablé con Alejandro, empleado de mantenimiento de espacios verdes del GCBA, quien me contó que “el Bosque Alegre está incluido en los planes de preservación ecológica urbana. No es un parque para llenar de cemento, sino para mantener con respeto por la vegetación y la fauna que lo habita”. Su testimonio confirma una sensación: el parque tiene un valor ambiental que no debe subestimarse.
Un aspecto clave del lugar es su acceso particular:
-
Se puede entrar por la Av. Costanera Rafael Obligado, aunque el cruce puede resultar riesgoso por la falta de semáforos peatonales.
-
Otra entrada es desde la zona de Av. Sarmiento, atravesando una pasarela peatonal que lo conecta con la Ciudad Universitaria.
-
El parque queda a pocos metros de la Reserva Ecológica Costanera Norte, por lo que muchas especies de aves lo usan como extensión natural.
Una preocupación que noté —y que compartieron varios vecinos— es la falta de señalización y puesta en valor. Aunque forma parte del sistema de parques públicos, no hay carteles visibles con su nombre, historia ni normas de uso. Esto lo vuelve “invisible” para muchos, y hasta peligroso para otros que dudan en ingresar sin saber bien de qué se trata.
Como cronista, creo que parte del problema es cultural: hemos naturalizado que ciertos espacios de la ciudad no son para todos, y cuando no están formalmente “activados”, se los deja de lado. Pero Bosque Alegre es una prueba viva de que la naturaleza encuentra la forma de persistir, incluso en el corazón de una metrópolis como Buenos Aires.
Por eso, el parque merece algo más que una caminata: merece una mirada nueva. Y también políticas activas que lo protejan sin desvirtuarlo. No hace falta convertirlo en un polo gastronómico ni llenarlo de luces LED: basta con cuidarlo, señalizarlo y darle el lugar que merece en el mapa emocional de Palermo.
El Parque Bosque Alegre no necesita más cemento, necesita presencia. Que lo nombremos, que lo recorramos, que lo respetemos. Porque a veces, en una ciudad que no para, la verdadera alegría está en volver a lo simple: un árbol, un banco, un silencio.