La Extravagancia como Moda: Balenciaga y Gap Rompen Límites

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La reciente colaboración entre Balenciaga y Gap ha generado polémica al lanzar una colección que, según algunos, trivializa la realidad de las personas en situación de calle. Yeezy, una fusión entre Kanye West, GAP y Balenciaga, presentó sus prendas no en perchas convencionales, sino en enormes bolsas negras que recuerdan a los canastos de ropa donada que se encuentran en refugios para personas sin hogar en Estados Unidos. Este es solo otro ejemplo de cómo la alta costura intenta convertir la pobreza en un objeto de deseo.

La premisa parece ser la de causar un gran impacto en internet a toda costa. No es suficiente ser Demna Gvasalia, el director creativo de Balenciaga, una de las marcas de lujo más exitosas del mundo. Tampoco es suficiente ser Kim Kardashian, una empresaria astuta y experta en mantenerse en la cima del mundo de los negocios.

En un mundo donde los flashes y los likes dictan las reglas, parece que romper internet es la meta, sin importar cómo. ¿Es necesario vestirse de manera ridícula con cinta adhesiva y enfrentar las actividades cotidianas mientras se observa un desfile desde la primera fila?

El último look de Kim Kardashian forma parte de la colección más reciente de Balenciaga presentada en la Semana de la Moda de París, y sí, la cinta adhesiva está a la venta.

Cuando la extravagante puesta en escena de un desfile y un look sin sentido eclipsan la propia propuesta de diseño, ¿significa esto que la colección no puede sostenerse por sí sola? ¿Que necesita desviar la atención para generar impacto? ¿Qué ofrece Gvasalia que no se haya visto antes en Vetements o en colecciones pasadas de Balenciaga? Son preguntas que surgen.

El estúpido look de la cinta adhesiva nos lleva a cuestionar qué mensaje nos transmite a nosotras, mujeres y feminidades. ¿Acaso sugiere que debemos permanecer estáticas para ser más atractivas? ¿Que la sumisión es una cualidad deseable? ¿Que somos tan frívolas como para elegir la apariencia sobre la comodidad? Estas preguntas, aunque pueden parecer exageradas, son válidas en un mundo donde la moda parece trascender los límites de la lógica y la sensatez.

Al final, quizás el mayor error sea esperar demasiado de una industria que a menudo se sumerge en la extravagancia para mantenerse relevante.

Quienes han disfrutado de la película «Zoolander», dirigida y protagonizada por Ben Stiller en 2001, quizás recuerden la icónica mirada «Blue Steel» del actor. Sin embargo, más allá de los chistes memorables y las apariciones estelares de celebridades como Donald Trump y David Bowie, esta película ofrece una crítica aguda a la superficialidad y el elitismo que impera en la industria de la moda.

El antagonista, un diseñador tiránico llamado Mugatu (una caricatura de figuras excéntricas de la moda como Karl Lagerfeld), presenta una colección denominada «Derelicte» («Abandonado»), supuestamente inspirada en «indigentes y prostitutas adictas al crack». Él la presenta como «el futuro de la moda», una supuesta forma de vida. De esta manera, introduce prendas elaboradas principalmente con basura, cartón y ropa desgarrada, presentadas como artículos de alta costura.

Sin embargo, como suele suceder, la realidad supera la ficción.

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