Un Jardín en Armonía: La Historia de Javier Suárez

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Desde hace casi una década, Javier Suárez se ha convertido en el guardián de un rincón secreto de Buenos Aires: el jardín hispanoislámico del Museo de Arte Español Enrique Larreta. Con su boina y sus icónicos lentes redondos, Suárez se mueve entre las plantas como un artista en su lienzo. “Se puede decir que yo vivo oculto en un paraíso. Es eso lo que más me atrae: poder realizar mi oficio en estrecha armonía con la naturaleza”, confiesa, mientras observa la biodiversidad que lo rodea.

Desde que se unió al museo en 2015 como aprendiz del histórico jardinero Antonio Sturla, Suárez ha absorbido los secretos del jardín y ha aprendido a cuidar su patrimonio verde. Su trabajo se traduce en un censo que incluye 108 árboles, 88 géneros de herbáceas, una cantidad similar de arbustos y seis tipos de palmeras. “Los jardines de este estilo se conforman por cuadrículas geométricas que enmarcan un pedazo de selva virgen. Ese pedazo de selva es el desafío del jardinero: equilibrar lo prístino con lo que ha sido tocado por el hombre”, explica.

La conexión de Suárez con la naturaleza no es fortuita. Nacido en General Campos, Entre Ríos, su infancia estuvo marcada por un contacto constante con la tierra. “Pisar el pasto descalzo y recorrer los campos me hizo apreciar la biodiversidad desde pequeño”, relata. Su formación continuó en una escuela agrotécnica y luego en la Escuela Técnica de Jardinería Cristóbal María Hicken en Buenos Aires. “Era un descubrimiento; siempre supe que esto sería mi trabajo”, recuerda con una sonrisa.

A sus 28 años, Suárez lidera un equipo que incluye a Hernán Rodríguez, su ayudante, y Matías Gianandrea, el “jefe de compost”. Juntos, recorren los casi seis mil metros cuadrados del jardín, buscando disonancias que perturben la armonía del espacio. “Cada flor, cada árbol y cada fruto tienen que interpretar una melodía”, señala. Su papel es el de un director de orquesta, donde desmalezar, podar y limpiar son actividades cotidianas para mantener el espíritu medieval del jardín.

Suárez no solo es un jardinero; es un artista cuya obra se despliega a lo largo de cada rincón verde del museo. Su labor diaria es un acto de amor hacia la naturaleza, un compromiso que lo conecta con sus raíces y su infancia. “El jardín es un refugio, un lugar donde puedo ser yo mismo y al mismo tiempo cuidar de algo mucho más grande”, concluye, mientras se aleja entre los senderos floridos.

En un mundo donde la naturaleza a menudo se ve amenazada, la dedicación de Javier Suárez resuena como un canto a la vida, recordándonos la importancia de cuidar y valorar nuestro entorno. Con cada hoja y cada flor, su historia se entrelaza con la del jardín, un legado vivo en el corazón de Buenos Aires.

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